Ya hace unos días limpiaron una fachada
del casco histórico, concretamente de la Calle de San Ignacio de Loyola, antes
S. José a San Martín, junto a la antigua puerta de la muralla que por su
situación se llamaba de San Martín. Es una operación para descubrir unas
fachadas de edificios ruinosos que han sido adquiridos por la Fundación
Adrastus para su proyecto de Arévalo. Una costumbre esta de descubrir que
debería haber acompañado a otras muchas fachadas de nuestra arquitectura
popular, porque las modas cambiantes las fueron enfoscando y con ello tapaban
su arquitectura originaria y característica de este núcleo urbano que se
corresponde con esta antigua “ciudad mudéjar”. Claro está, era más fácil y más
barato que restaurar ‒siempre lo barato‒, y devolver a su fisonomía original
una arquitectura con personalidad propia.
Hace un tiempo se descubrió otra fachada
semejante y medianera de esta, de ello publiqué un artículo en estas mismas
páginas, muy importante porque en esa maltrecha fachada aparecieron dos arcos
de herradura, obra musulmana o de alarifes que se quedaron en esta antigua
villa. Fue un hallazgo de mucho interés en una arquitectura nuestra que siendo
mudéjar, no es árabe, no tiene vestigios de arte musulmán, aunque nuestro
mudéjar esté tan influenciado por él. Solo ese hallazgo habría sido suficiente
para encender las alarmas oficiales y de los responsables del patrimonio. No se
debería haber derribado ningún edificio antiguo sin antes examinar sus
características y valores.
En este nuevo caso de sorpresa que nos
acaba de aparecer, encontramos otras dos nuevas ventanitas enmarcadas en alfil
y en este caso de medio punto, no son de herradura, pero sí son muy semejantes
a las vecinas y colindantes. Dos edificios diferentes pero semejantes. Este
tiene además otra importante característica, que en él están los restos de una
puerta de arco de medio punto, de baquetón y bocel, de estilo románico y
semejante a esas conocidas de las canonjías segovianas. En el derribo del cine
Cervantes se desmontó este arco y se “perdieron” algunas de sus piedras y ha
sido integrada en el nuevo edificio del Mirador del Adaja. Mucha historia y
muchos avatares que casi siempre han ido en contra de nuestros restos
históricos, restos importantes porque nos marcan un sitio y una época en el
callejero de la ciudad histórica y nos hablan de pautas constructivas
elocuentes del desarrollo urbano de nuestra importante villa medieval, una Edad
Media camuflada y distraída entre las pérdidas y los derribos.
Hoy este nuevo hallazgo de nuestra
arquitectura popular nos muestra y señala en su sitio una fachada medieval, del
s. XII-XIII, pegada a otro edificio del s. XIII-XIV en una de las principales
vías urbanas, a la entrada de la puerta de San Martín, hacia la Plaza de la
Villa, el centro histórico y enlazaba con la antigua Calle Real hacia la puerta
y puente del río Adaja, otra de las arterias principales, sin duda calle
importante.
“Arévalo, ciudad mudéjar” una definición
que está en la antigua arquitectura, y no solo en nuestras iglesias con sus
emblemáticas torres, nuestras murallas y nuestros puentes. Está presente en
toda la ciudad, en lo que ha sobrevivido de tanta calamidad histórica y del
maltrato humano.
Entre tanto, un negocio tradicional muy
característico desaparece… ¡por falta de trabajo! Un tejar especializado en la
elaboración de nuestro tradicional ladrillo mudéjar. Venía sobreviviendo con su
venta externa, menospreciado en su propia ciudad, la llamada mudéjar que,
despreciando sus manifacturas ladrilleras, pone en sus nuevos edificios
ladrillos de cualquier latitud, lo mismo da porque iban a ser revocados. Por
cierto, que gran reportaje de nuestra Maite Rodríguez sobre este tema el pasado
domingo…
Ahora lo lamentamos y le echaremos de
menos aún más cuando ya no esté. Este es nuestro sino, nuestra directriz
demasiadas veces repetida, arrinconar lo nuestro por las modas ajenas… ¡Qué
pena!
Texto:
RICARDO GUERRA SANCHO - Cronista Oficial de la Ciudad de Arévalo
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